La estabilidad presupuestaria, la gran olvidada ante las elecciones generales

La estabilidad presupuestaria, la gran olvidada ante las elecciones generales

El año pasado, España logró salir del Protocolo de Déficit Excesivo, un procedimiento abierto el 27 de abril de 2009, después de un 2008 en el que se cerró el ejercicio con un desequilibrio presupuestario del 4,42% sobre el PIB y a partir de ese momento, siguieron déficits alrededor del 10% hasta 2012.

Después de cerrar el ejercicio de 2018, el conjunto de Administraciones Públicas reflejó un déficit del 2,63% sobre el PIB, frente al 3,03% de 2017. El déficit se ha reducido un 10,36%, pasando de 35.395 millones en 2017 a 31.727 millones de euros un año más tarde.

Esta disminución del déficit tiene una razón de ser y es que durante el año pasado vimos un incremento del 6% en los ingresos públicos, mientras que los gastos avanzaron un 4,7%. Los ingresos públicos se situaron en 468.836 millones lo que equivaldría al 38,85% del PIB, y el gasto público se alzaría hasta los 500.641 millones de euros.

A partir de este punto, no hay que obtener el visto bueno de Bruselas en el momento de diseñar los Presupuestos, lo que supone una mayor independencia política. Por esa razón, la cuestión de estabilidad presupuestaria está quedando apartado del debate político, lo que supone un riesgo especialmente relevante en un entorno de desaceleración económica y de una alta relación deuda pública/PIB.

El déficit del Estado y la Seguridad Social: los problemas inmediatos a resolver

Entramos ya en campaña electoral para la celebración de elecciones generales el próximo 28 de abril. Los partidos políticos se están centrando en una variedad de temas, pero el déficit público ya ha quedado olvidado… Términos como ‘austeridad’ han quedado desapegados del foco de atención, siendo el país con mayor déficit de la Unión Europea.

Los principales partidos políticos nos ofrecerán en sus programas electorales bajadas de impuestos o bien una mayor propensión al gasto público para acercarnos a la media europea, pero tanto unos como otros no se centran en los dos grandes retos: Estabilizar el déficit de la Administración Central y de la Seguridad Social.

En primer lugar hay que ver en qué punto se encuentran ambos organismos. La Administración Central que incluye al Estado y sus Organismos Autónomos, ha recortado su déficit, excluyendo la ayuda financiera, del 1,85% del PIB en 2017 hasta el 1,5% en 2018: -1,62% perteneciente al Estado (-19.529 millones) y +0,12% Organismos de la Administración Central (+1.408 millones).

Las cuentas de la Seguridad Social cerraron el ejercicio con un déficit de 17.088 millones, el 1,41% del PIB, ligeramente inferior al 1,44% registrado en 2017. Estamos hablando de un déficit de 17.088 millones de euros con la ‘hucha de las pensiones’ prácticamente agotada que obliga a la Seguridad Social a pedir prestado a los Presupuestos para atender a las obligaciones vinculadas a las pensiones.

Por el contrario, las Corporaciones Locales han destacado por su ajuste rápido frente al resto de administraciones. Hoy alcanzan un superávit del 0,52%, con un excedente presupuestario de 6.292 millones de euros. Las Administraciones Autonómicas aún tienen deberes pendientes, pero están muy cerca de unas cuentas públicas cuadradas. En 2018 cerraron con un ligero déficit del 0,23%, equivalente a un descuadre de 2.810 millones de euros.

Por lo tanto, el verdadero problema reside en la Administración Central. Tras las elecciones, el Parlamento deberá dar respuesta a estas cifras. En especial, al problema de un Sistema de la Seguridad Social que ya no da más de sí y requiere urgentemente una reforma para hacer sostenible el sistema de pensiones ante una pirámide demográfica adversa que refleja un envejecimiento de la población.

Desaceleración y deuda: Los riesgos a los que hay que dar respuesta

En estos años de crecimiento económico, España lo ha hecho mejor que el conjunto de la Eurozona o de la Unión Europea porque se ha mantenido en tasas de crecimiento superiores al 3% anual, mientras que la Eurozona se ha movido en tasas situadas alrededor del 2%.

Pero 2018 fue el año de la desaceleración, grandes temas como la guerra comercial o el Brexit han tomado protagonismo en la realidad económica que ha motivado menores tasas de crecimiento a escala global. El crecimiento español se ha desacelerado hasta el 2,6%. Pero, aun así, sigue manteniéndose fuerte frente al hundimiento del crecimiento de la Eurozona que ha caído hasta el 1,10% en el cuarto trimestre de 2018.

A medida que nos sumerjamos en la desaceleración, los riesgos de una recesión económica irán creciendo. Hoy, ya tenemos un dato muy importante y es que la curva de rendimientos del bono estadounidense se ha invertido por primera vez desde 2007, un indicador que tiende a reflejar de manera anticipada las recesiones de Estados Unidos, que tienden a marcar el pulso económico mundial.

En un supuesto escenario de recesión, nos presentaremos ante los inversores como el país de mayor déficit público de la Unión Europea y con una deuda pública equivalente al 97,20% del PIB, lo que supone una reducción de 3 puntos porcentuales desde que en 2014 alcanzamos una ratio del 100,40%.

Cuando las cosas han ido bien e incluso el BCE ha mantenido tipos al 0% y ha intervenido el mercado de deuda, no hemos aprovechado el tiempo para resolver el desequilibrio presupuestario. El esfuerzo en reducir la ratio deuda/PIB de España en cuatro años, Alemania lo hace en un año ya que tiende a reducir alrededor de tres puntos porcentuales su ratio, gracias a la estabilidad presupuestaria sostenida de sus cuentas públicas.

Los Gobiernos precedentes han visto como tipo de interés de las emisiones se ubica en el 0,65%, por lo que el mercado no ha estado penalizando el alto stock de deuda… Con todo ello, el tipo de interés medio de la deuda en circulación ha caído hasta marcar un mínimo del 2,39%. Es díficil resistirse a un esquema de financiación tan barata.

¿Qué nos jugamos?

Las recesiones se caracterizan por bajada de ingresos públicos por la menor actividad económica y subidas de gasto porque se debe hacer frente a nuevas necesidades presupuestarias como por ejemplo los subsidios de desempleo, lo que termina tensionando las cuentas públicas. Y en ese contexto, además hay que refinanciar los vencimientos de deuda y financiar los presupuestos a través de emisiones del tesoro.

Si en la etapa de recesión/crecimiento moderado incrementamos más de sesenta puntos porcentuales nuestra ratio deuda pública sobre PIB, ante un fuerte auge, solo hemos recortamos tres puntos porcentuales. De ahí varias reflexiones –¿Tenemos una buena carta de presentación con la calidad de nuestras cuentas públicas ante los inversores? ¿Qué tipo de interés deberemos pagar en un nuevo escenario de recesión?

Siempre nos podemos consolar con Italia que vive en una situación económica peor con un crecimiento más debilitado, que le ha llevado a entrada a una nueva recesión en el último trimestre de 2018 y que soporta a su vez, una deuda pública del 132% sobre el PIB, unos niveles muy superiores a España. Sin dejar de lado que el verdadero riesgo de la Eurozona sigue siendo Italia, ante un shock externo, España podría verse arrastrada.

De hecho, la historia que estamos escribiendo ya la vimos en Grecia, un país que durante los años previos a 2007 no tuvo ningún problema en mantener desequilibrios presupuestarios (aunque mucho más intensos que los que España vive hoy), con una situación cómoda para emitir deuda que le permitía rebajar ligeramente su relación deuda pública sobre PIB pero se presentó al borde de la recesión con una ratio del 107%.

La recesión que fue un shock externo para Grecia provocó mayores déficits y los inversores se negaron a acudir a sus emisiones ante el importante riesgo de impago que residía para los tenedores de deuda. En ese punto, se iniciaron los rescates, recortes en gasto público con bajadas de las pensiones de más de un 40% y una economía que finalmente ha llegado a perder el 25% de su PIB.

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